ENSEÑAR O GUIAR EN LA COMPRENSION OBJETIVA DE LA REALIDAD
Guillermo Tepanécatl González

«“»La primera misión del filósofo es despojarse de todo engreimiento. Pues es imposible que un hombre aprenda lo que cree que ya sabe.»
Epicteto

La función orientadora del quehacer docente vas más allá de transmitir conocimientos, más allá de lograr que los alumnos sepan aprender a aprender, aprende a hacer… el docente tiene frente a sí la importante tarea del ofrecer una realidad más objetiva y menos subjetiva. Llevar al alumno establecer verdaderos encuentros con los objetos de la realidad.

No hace mucho tiempo me encontraba en el salón de clase y al levantar la mirada pude percibir a dos alumnos que tenían la cabeza cubierta por gorras deportivas, en ese instante hice lo que generalmente hago por hábito, les pedí de la manera más atenta que se quitaran la gorra. Al terminar la sesión de clase vino a mi encuentro uno de los alumnos y con toda naturalidad me preguntó, – ¿qué razón existe para pedir quitarme la gorra? A esta pregunta él agregó: me gusta andar así y no veo razón alguna para quitármela.
Este evento despertó en mí una serie de interrogantes, una primera respuesta a tal situación puede ser desde la “orden dada por el profesor” hasta una petición de concesión del alumno hacia el profesor, como creer que el alumno le hace una favor al docente, evidenciando con ello cualquier contenido objetivo sobre lo que podemos considerar un valor.
Ante este evento y otros tantos que pueden pasar por nuestras vidas o cuando hablamos de valores, ¿Qué es lo que realmente estamos expresando a nuestros alumnos?, ¿transmitimos a nuestros alumnos valores objetivos o solo transmitimos percepciones emocionales? o peor aún ¿nos convertimos en obstáculos para que los alumnos aprenden a descubrir lo verdaderamente valioso?
Al revisar el artículo de Lewis, fui recuperando algunas ideas que un especialista en educación como Roberto Arnau desarrolla sobre la importancia que el docente tienen en la formación de valores o en la orientación que éste debe dar a los alumno en el descubrimiento de éstos.
Frecuentemente vivimos una dimensión eminentemente subjetiva en donde priva las apreciaciones emocionales y recurrentemente superficiales.

Es un acierto pedagógico para hablar del “valor” en términos de la “importancia” que tienen los objetos del conocimiento y de la realidad, en esa misma dirección lo expresa Carlos Valverde (2000) cuando habla del valor. El recurso usado puede favorecer a desarrollar en los alumnos una conciencia más objetiva. Sucede frecuentemente que en la confusión de algunos profesores, enseñan a los alumnos a ver la realidad con los “ojos” del docente ofreciendo como valores aquello que solo son sentimientos y que tiene mucho de subjetivo y poco o nada de objetivo. Muchos colegas usando con habilidad notable la retórica logran convencer con un discurso vacío y enteramente alienante dejando con ello a sus interlocutores en la intelección para descubrir la realidad tal cual es. El contenido de las palabras que muchos usan tiene que ver con más con prejuicios y hasta paradigmas, puesto que los referentes cognitivos están orientados con una dirección muchas veces cultural, otras veces teóricas, unas circunstanciales y en algunas otras emocionales. Seria pernicioso que en la formación de la apreciación del valor existiera la ignorancia.
Cuando hablamos del “sentimiento” como categoría para juzgar la realidad estamos hablando de un tipo pensamiento en donde el valor se identifica con el gusto, con la belleza, mi pensamiento y en donde la regla general es el relativismo, en el sentido que cada quien tenga su verdad, tenga su categoría moral, estética, etc. Es frecuente creer que algo es por el hecho que las personas atribuimos importancia o no a las casas, incluso en términos de aprobación y desaprobación, en términos de “me gusta” o “no me gusta”. Observamos con ello que existen realidades que de suyo tienen una importancia intrínseca y que es tarea del hombre descubrirlas, de reconocer en los objetos “su valor”.
Descubrir el valor de los objetos del conocimiento implica la orientación de personas con una visión de la realidad más objetiva; en esta dirección algunas teorías educativas constructivistas deberían ser revisadas, al afirmar que el cognoscente por sí mismo llega construir sus aprendizajes, que llega conocer por descubrimiento y no aplica exactamente en el menos ámbito moral porque es un realidad que la dirección otra persona también nos ayuda a descubrir lo verdaderamente importante.
Reviste de importancia relevante los canales de comunicación y el contenido de la comunicación que se da en el fenómeno educativo. Tener precisión en lo que realmente se quiere y se debe expresar es una condición indispensable en toda interacción humana. Es innegable la dimensión emocional de la naturaleza humana pero es una importante que ésta se encuentre alineada con la razón (lógica) pero en el terreno moral también con la voluntad.
Vivir y “enseñar” a vivir a otros lleva consigo la tarea del descubrir el verdadero significado de las cosas (el valor) en donde nuestra existencia transcurre en la verdad o la falsedad, en la justicia o la injusticia, con esto se quiere afirmar que vivir y aprender a vivir implica la búsqueda de la verdad. No aprendemos a ser honestos por un discurso, aprendemos a serlo cuando hacemos actos de honestidad, el valor objetivo los conocemos en acción.

De manera conclusiva lo antes expresado nos guía en el autoanálisis de lo descuidado que puede ser nuestra comunicación frente al otro, lo irresponsable que puede ser una persona al intentar enseñar los llamados valores, la manera en que podemos deformar el verdadero sentido del educere. Revisar nuestra propia situación garantiza al menos en una parte, un ejercicio profesional y existencial más cierto.
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LEWIS, C.S. (2000). La Abolición del hombre. Reflexiones sobre la educación. España. Editorial Andrés Bello.
VALVERDE, C. (2000) Antropología Filosófica. V. XVI. España. EDICEP.